viernes, 1 de enero de 2016

SOBRE PADRES, PAPAS, PAPAÍTOS, PAPITOS Y TODAS LAS ÓRDENES PATRIARCALES


Hoy sólo me viene a la cabeza el legado de este pasado imperativo y patriarcal y de cómo es el momento de identificarlo en cada uno de nosotros, para sentir que también está siendo abolido fuera, en nuestro entorno. Lo de abolir, más que nada es porque es ley de vida. Todos los imperios tienen un tiempo estimado de vida de unos dos mil años, estamos viviendo la caída de un gran imperio, el del maestro con carisma de padre que tiene que enseñar al hijo a portarse bien y para ello le tiene que imponer normas, ya que el niño, como diría un buen amigo mío, es un pendejo.
Bueno esto todos lo sabemos, tenemos claro que hemos sido criados en esos dos mil años, por dogmas, doctrinas y todos tipo de creencias que nos han hecho lo que somos, un auténtico caos. Así está el planeta. Llegados a este punto nadie sabe muy bien quién es. Tenemos claros ejemplos de que los hijos no saben si están haciendo aquello que sea que hagan, porque les apasiona a ellos o porque es la frustración de alguno de sus progenitores.
Me encuentro, en numerables ocasiones, personas que dicen tener claro que quieren continuar con la empresa familiar y no disgustar a la familia. Entonces les preguntas si les gusta el empleo y te ponen una cara de asco, que es para verlo.
Les preguntas: - ¿Y por qué sigues ahí? Porque si lo haces por no disgustar a tu familia, te estás disgustando a ti. Entonces te dicen que no, que no pasa nada y se inventan un bonito cuento para engañarse.
En esos casos, por experiencia, he visto como acaban aborreciendo al Padre, ya que lo señalan como la figura que labró el imperio que lleva el apellido de todos y que es norma “sine qua non” obedecer sin rechistar. Normalmente estas personas acaban enfermando o buscándose fuera de la familia otras organizaciones, u otras personas, grupos de amigos que le aporten emociones interesantes que motiven su vida. También puede darse que caigan en dependencias por el odio que se tienen a ellos mismos, al creerse unos cobardes por no tener agallas de decirle al padre NO QUIERO SER UNA PROLONGACIÓN DE TI.
Para que se entienda mejor, podemos extrapolar el concepto EMPRESA a INCONSCIENTE FAMILIAR que a su vez es extrapolable a INCONSCIENTE SOCIAL, CULTURAL y por último a INCONSCIENTE COLECTIVO.
Aquí tenemos el gran caos del individuo, que sumergido en un mundo de grandes empresas, acaba perdiendo toda identidad. Entonces vienen los que se unen a grupos, creando guetos para aprender a conocerse mejor, desde sus criterios patriarcales impuestos por su “empresa familiar”.
Así podemos ver a múltiples personajes que intentan dotar a la empresa de muchas facetas. Unos son los que se visten y autentifican el espíritu de la empresa. Si es en gran medida cristiana, devota y de firmes dogmas, así se vestirá el personaje que interprete dicho espíritu. Si se trata de un personaje que se ha sentido sometido, esclavizado por la empresa, es decir, los que han sustentado los cargos inferiores y nunca han sido escuchadas sus ideas ni opiniones, aquí tendremos a los victimistas, vestidos de enfermedades varias, muchas de ellas crónicas que escenifican sus males y rabia interior. En el caso contrario, en el de los imperialistas, los jefazos de la casta, esos se vestirán de lujo, caminaran por la vida, de lujo, se rodearan de lujo y se olvidarán de que en esa misma empresa familiar existen otras voces que también quieren opinar. También encontraremos al personaje que encarna la moralidad, ese siempre está, de modo que alguno se vestirá de cura, monje, etc.. y si es fémina de monja o mujer silenciosa que adora a su hombre que es lo más grande que tiene.
Vestirse del personaje no es literal, supongo que se entiende que hablo de un halo que recubre el cuerpo de la persona, envolviéndolo en algo que no es en realidad él, sino algo sin resolver en esa empresa.
En el momento en el que hablamos de personajes que van mucho más allá de la empresa familiar, y ya nos adentramos en lo social o colectivo, el poti poti se amplía dimensionalmente. Ahí uno está perdido del todo, bien sea en un misionero que cree tener la obligación de sacrificarse por los colectivos más precarios, dejándose la vida en un intento de solucionar un conflicto entre las clases ricas y pobres. Pero también puede ser un predicador, embebido de la fuerza de los maestros elegidos por dios (otro síndrome patriarcal) que caminan en post de mostrar el bien al colectivo, diciéndoles a todos lo que está bien y lo que está mal. Amenazándoles si es necesario con infames y duros castigos que a los más sensibles y frágiles les hará perderse en las leyes autoimpuestas y dejar de conocer el mundo, que es para lo que has nacido.
Por otra parte tenemos a los que en su grado medio de obscenidad, se creen que por tener “miembro” ya pertenecen a una orden superior, aunque el mencionado “miembro” sea un pingajo del que incluso puedan sentirse avergonzados, ya que ellos crean competición por cualquier razón, hasta por eso.
Pues a lo que vamos, que estos, los del pingajo, son la bomba, estos son los chulitos, los que en mi época, (los 80) les llamábamos chulos piscinas, los de los musculitos en el cuerpo, pero ni una neurona en el cerebro, esos siguen en auge, pero no porque no sea el momento de su extinción, no, es porque curiosamente, aún hay a algunas pibas que les molan mogollón. Ahí entramos en un caos mayor. Aunque la vida se esfuerce por evolucionar, siempre hay quien la detiene y se lía a dar vueltas en actitudes más que caducadas, no importa de qué índole sean, lo que importa es que NO CONDUCEN A NADA, sólo a provocar más desequilibrio entre los individuos.
Fijaros que siquiera nombro al estado de género, pues me da igual si es hombre o mujer, el cerebro patriarcal lo tenemos todos. Todos llevamos a un Padre, o un Papa (como el de Roma), o a un Papaíto o bien a Papito, no importa cómo se disfrace, está en nosotros  y es muy pesado.
Creo sentir que he madurado lo suficiente como para no necesitarle y que me indique que es lo que tengo que hacer y qué es lo que me conviene.
Me encantaría conocer al Gran Padre, a ese aspecto divino que siempre está, aunque no se deje ver, al que puedes sentir pero jamás te dirá lo que tienes o no que hacer. El que observa tu experiencia y cree en ti a pies juntillas porque sabe que encontrarás por ti mismo la manera de resolver aquello que te ha ocasionado el conflicto. Ese es el Padre generoso. No te da todos los caprichos, te da la vida entera para que conozcas la creación y al final descubres que no es siquiera padre, es uno más, como tú o como yo. Es un Padre con humildad, lo de superior se lo inventó la casta patriarcal.
Y yo me pregunto ¿a estas alturas de la vida necesitamos a un Papa (en Roma) que nos guíe en el camino de la iluminación? ¿Aún no sabemos encontrarlo por nosotros mismos? Snif, parece que muchos no, que todavía se someten al Papado, y sobre este tema tan escabroso, sólo podemos observar y esperar a que se den cuenta que no es necesario y que si hoy el Papa se quitara para siempre la sotana, no se extinguiría el mundo por ello.
¿Y qué decís de quienes aún necesitan a Papaíto…? Estos son la ostia. Papaíto quiero esto, papaíto dame lo otro. ¿Ha quedado claro que el disfraz de Papaíto puede llevarlo cualquier miembro de la empresa familiar…? En ocasiones este papel lo hacen las madres, abuelos, un tío… Papaíto es en realidad sumiso a su propia condición de niño pequeño, hace lo que le hubiera gustado que le hicieran y cuando se da cuenta de que se está sobrepasando, no sabe cómo pararlo, es muy títere sin cabeza. Aquí los hijos siempre superan en estrategia a Papaíto, un pobre desgraciado que sólo tiene cartera. Lo de Padre, será cuando vaya a la Escuela, pero le queda para mucho tiempo…
Lo de Papito es de risa, vaya que es el papel del tontaina, de ese progenitor que tiene una gran culpabilidad ante los hijos y que se los camela con alusiones emocionalmente sensibleras y falsas.
-          Ven que Papito te lo soluciona (entre achuchones y buenas palabras).
-          No te preocupes que Papito está aquí (haciéndose el interesante), y aunque esté muy cansadito de trabajar para ganar mucho dinerito, me esforzaré un poco más por mi hijito y haré contigo los deberes…
Por ejemplo… y los hace, pero con una cara de aborrecimiento…, con el partido de la champions puesto, el mojando pan en los huevos y el niño reclamándole para que le explique un sencillo problema de dos trenes uno que sale a las diez de Madrid y otro que sale a las doce de Barcelona, cuya respuesta se la sabe todo el mundo.
o bien…
-          Uy, Papaíto tiene que irse, ha quedado y es muy importante, volveré en dos horas y luego haremos esto, aquello, lo otro y lo de más allá.
Total que este a las dos horas no vuelve y encima no cumple con nada de lo que promete, luego se siente mal, bebe más de la cuenta, se fuma algo para estar más risueño o le da a algo más fuerte para matar su inutilidad como Padre.
Claro aquí llegamos a un “pollo” del concepto paterno que así nos va. Nos exigimos, exigimos, no cumplimos, nos culpabilizamos, nos castigamos, no merecemos nada, nos queremos olvidar de todo, nos hacemos adictos a algo, en fin, una cadena interminable que no conduce a ningún lugar.
¿Y si lo paramos? Y si acabamos con el Patriarcado? No estaría mal, que aquello de la Biblia y Abraham ya queda muy lejos.
Cada uno en su interior, cada día, cuando identifiquemos al intruso, le hablamos claro y le decimos:
-          Gracias Padre, lo haré a mi modo. O está bien así, no me juzgues. O déjame a mí. Yo Puedo
Quizás el secreto del empoderamiento es dejar de ser ese niño pequeño que siempre atiende y es atendido por el Padre que ha conocido y que no sabe que hay más vida más allá de Dios Padre Todopoderoso.
Creadores somos Todos. Gracias a Dios. Hay un mundo por descubrir más allá de los límites impuestos por el patriarcado arcaico y que ya ha quedado claro que está obsoleto. Celebremos que podemos expandirnos hacia lo desconocido y hacia lo que no controlamos, por mucho miedo que nos dé. Poder sí que podemos, sólo queda intentarlo. No dejemos que los cementerios queden llenos de sueños no vividos, de proyectos inacabados ni de deseos obviados por esquemas de pensamiento limitantes. Y que conste que yo a mi Padre, lo amo.
Joanna Escuder
5 de Octubre de 2015

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