Desde el mismo instante de
nuestro nacimiento, comienza el gran compromiso. No es otro que el compromiso
que establecemos con la Vida como individuos. Ese vínculo que trazamos y que
hasta el día del deceso, es indestructible, nos va a marcar el camino, pues tal
y como estemos de comprometidos, así sentiremos que estamos haciendo aquello
que vinimos a hacer. Durante el crecimiento del ser humano, así como de
cualquier ser vivo de este planeta, aparecen todas las probabilidades de Vida y
con ella todos los compromisos que podemos establecer, en este proceso
evolutivo.
Como sabemos toda Vida, nace, se
desarrolla y crece, justamente para eso, para evolucionar. El compromiso es una
de las mayores herramientas que disponemos para fluir en favor de la evolución
y por tanto de la Vida. Alguno se preguntará: ¿Cómo es posible que el
compromiso sea la clave…? Pues quizás en este pequeño escrito, des tú mismo con
la respuesta.
Mientras el individuo desarrolla
su personalidad, se está comenzando a conocer y sobre todo lo hace a través del
entorno, es decir, es el propio marco en el que se mueve días tras día, el que
le muestra cada instante algo más de sí mismo, siempre y cuando sea capaz de
profundizar en las emociones y acciones que se suceden tras las relaciones que
establece, mostrándose consecuente de sus propios actos.
De este modo, camina hacia la
madurez. Cada situación en que nos pone la Vida, nos lleva más dentro de uno
mismo para elevar aquello que se desencadenó tras un suceso. Los vínculos son
parte siempre de los compromisos, en este caso, de compromisos sociales. Ya sea
en el entorno familiar, en el laboral o bien en el geográfico. La forma de
establecer relaciones y cómo estas se desarrollan a lo largo de la Vida, nos
estará mostrando las afinidades o bien las desafinidades con nuestro entorno.
Cuando los vínculos sociales se rompen, desapareciendo esos compromisos, se
debe a que ya no existe afinidad. La afinidad siempre viene dada por aquello
que uno mismo puede sumar en positivo al entorno y por aquello que el entorno,
suma positivamente en nosotros. Cuando existen individuos o entornos
negativos, muchas veces puede suceder que no seamos capaces de romper ciertos
compromisos. Ahí es cuando estamos deteniendo nuestra evolución y nos estamos
posicionando en contra de la Vida. En estos baches, por cierto, muy importantes
a tener en cuenta, ya que fortalecen nuestras capacidades interiores, tenemos
la oportunidad de descubrir lo que nos está deteniendo y el motivo de ello. El
compromiso con la pareja, la familia, la empresa, los amigos, etc… se puede
haber roto. Como decíamos, ya no suma ni nosotros sumamos, ya no hay evolución.
Todo se apaga, nos angustiamos, estamos tristes, apocados, encarcelados…
hacemos lo que creemos que nos toca hacer, pero en el fondo sabemos que eso ya
no tiene sentido. Lo que ha ocurrido, es que se ha roto el compromiso y lo ha
hecho porque allí - en esa circunstancia - ya no hay lugar para seguir
evolucionando. Hemos tocado techo.
Lo más importante, llegado este caso,
es no ponernos en contra del entorno. Ahí es el momento de mostrar la madurez.
Si es el entorno el que se pone en nuestra contra, es importante no alimentar
ese estado. Si lo hacemos, si no podemos evitarlo, es porque todavía queda
parte del compromiso sin solucionar internamente. Algo, aunque sea en negativo,
no está permitiendo que el compromiso se rompa definitivamente. Emociones
interiores todavía están mostrando infantilismo. La inmadurez, en general, se
descubre fácilmente por comportamientos que sólo son propios de niños pequeños.
Son formas instintivas de reaccionar, actuar por imposición, por la fuerza, por
victimismo, por energías fuera de control, agresividad, rechazo recurrente,
introversión, orgullo, venganza, etc… todo eso, forma parte de aquello que ya
tendría que haber madurado nuestra personalidad.
Es por tanto el compromiso, un
acto de responsabilidad y la responsabilidad es algo propio de la madurez. Todo
aquello que queda fuera de ello, queda también fuera de los procesos evolutivos
de la Vida.
Si damos una mirada atrás,
podremos observar cuánto ha evolucionado el ser humano, pero también podremos
hacernos conscientes, de cuánto todavía queda por evolucionar.
Nuestro planeta, parece - ahora
más que nunca - estar pendiente, de cuánto vamos a seguir siendo irresponsables
con la Vida.
En ocasiones nos da por analizar
la conciencia global humana, en este ejercicio de consciencia, nos posicionamos
ajenas a ella, es decir, como meras observadoras del planeta y de la conciencia
colectiva. Es entonces cuando se nos ocurre comparar esta conciencia con un
cáncer, por su gran similitud. Todos sabemos que las células cancerosas
deterioran, hasta incluso, llegar a matar, al propio cuerpo que les permite
estar vivas. El cáncer destruye aquello que le da vida, de igual modo que la
falta de compromiso de la humanidad, destruye el cuerpo en el que vive, ese
cuerpo no es otro que nuestro increíble planeta.
Cada vez que nosotras y tantos
con idéntico sentimiento nos hacemos conscientes de esta naturaleza destructiva,
no podemos evitar resurgir con más fuerza, tal y como lo harían las células
sanas de un cuerpo con cáncer, esas que sí quieren vivir en ese cuerpo, y al
hacerlo, mostrar que se puede acabar con el cáncer que está invadiendo y
acabando con algo que no es suyo, sino un precioso pedazo de materia que al
mismo tiempo, vive, se desarrolla y crece en un entorno superior, el Universo.
No es tiempo para dejar de
comprometernos, todo lo contrario, es tiempo para convertirnos en esas células
que quieren vivir en un cuerpo sano. Que desean la madurez en sus vidas y que
la responsabilidad es la actitud que las va a conducir al éxito. No importa la
edad que tengamos, ni de donde seamos, ni ninguna otra supuesta diferencia.
Como seres vivos que habitamos este planeta, el compromiso es el mismo para
todos.
Hoy todavía cuando miramos a
nuestro alrededor podemos descubrir células cancerosas. Sólo tenemos una
solución, IGNORARLAS, jamás darles alimento. Ello se consigue rompiendo el
vínculo con aquello que no nos conduce a seguir creciendo.
Pero Hoy, si miramos con otros
ojos, buscando afinidades, eligiendo nuestro entorno, ese que suma,
descubriremos la cantidad de células vivas y con ganas de vivir que tienen
idéntica intención que nosotros. Es con ellas con las que tenemos que reforzar
los lazos y sentir la fuerza que acabará con el cáncer del planeta.
No importa si para ello queda
mucho y creamos que no podremos vivirlo. Lo harán las generaciones futuras.
Sólo tenemos que cerrar los ojos e imaginar este planeta lleno de belleza, con
una civilización en armonía. Si somos capaces de sentir que es probable, es
porque esa realidad puede plasmarse.
Los grandes objetivos, siempre
comenzaron siendo, meros sueños.
Nosotras cada día, sin descanso,
soñamos…
Joanna Escuder
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