viernes, 1 de enero de 2016

APOLOGÍA INVERSA


Hoy he soñado que me estaba despertando. He mirado a mi alrededor. Me he llevado un susto de muerte. En mi sueño, muchos eran los que todavía dormían. Caminaban a oscuras por la vida. Me he preocupado, pero cuando lo he hecho, alguien me ha dicho: No es necesario. Lo han elegido ellos. Se sienten más seguros haciendo lo mismo que hace el grupo.
Entonces he sabido que la voz, tenía razón. Así que sin más he continuado mi camino. Me sentía libre. Me sentía acompañada. Aliviada. Rica. Poderosa. Entonces he advertido algo, por fin un ser - a quien en el Planeta Tierra le llamarían “extraterrestre” - me ha mostrado que aquello con lo que todos los días de mi vida soñaba, no era ninguna mentira. Existía. He sonreído de alegría y he gritado:
Soy libre. Por fin no me tienen abducida.
Si, abducida, he dicho bien. Abducida por esos seres terrestres, que se creen los únicos en todo el Universo.
He mirado a mi nuevo amigo y me he sentido libre a su lado. Es un “extraterrestre” entrañable.
Al mirar bajo mis pies, he podido ver la nada y aun así, sentía que flotaba sobre un Todo. He sentido la necesidad de continuar paseando por ese paraje de ensueño y al hacerlo, el Universo me ha devuelto el sentimiento de que soy libre para creerlo. Un fuerte ajetreo se ha producido. Observa – me ha dicho mi amigo – los otros se han dado cuenta de que has despertado. Ahora ya saben que no pueden gobernarte.
Cuando he querido hacerme consciente de lo que estaba pasando, he podido escuchar los gritos de los terrestres. Parecía que estaban muy dolidos por habérseles escapado de sus manos una más de entre todos sus abducidos.
Algunos, los que más dominaban a los desolados que todavía les escuchaban, gritaban:
Rápido, rápido, dormidlos. Dadles lo que quieran. Si quieren riquezas, mostrarles que trabajando hasta la extenuación, quizás algún día puedan tenerlas. Engañadlos, que no sospechen que no necesitan tanto. Vendedles aire si es necesario. Si quieren belleza, operadlos hasta que se vean bellos ante un espejo. Si quieren estar estupendos, ofrecedles remedios de distracción para que se crean que siempre van a conservar joven y fresco el corazón, aunque mueran en el intento. Si quieren seguir la moda que hemos impuesto, lavadles el cerebro para que admiren la delgadez del cuerpo. Si sospecháis que alguno se está despertando, dormidlo con pastillas anti estrés, antidepresivas o anti suicidas. No permitir que los extraterrestres los abduzcan con promesas de que existe otra forma de vida.
Una gran tristeza me ha invadido. Lo que llaman humano es en realidad inhumano
De repente, he sentido que sabía con qué prisma deseaba continuar viviendo la vida. Así, caminando en mi profundo sueño, despierta por la vida, he comenzado a comprender la verdad de todo lo que se denomina humano y de cómo lo inhumano, siempre ha querido vencer. En mi sueño he tenido la osadía de escuchar y comprender, qué es aquello que nos sucede cuando dejamos de sentir  lo que realmente nos hace ricos. Comenzando por lo primero, diré que la mayor razón que he tenido para darle un vuelco a mi corazón, ha sido la osadía de cruzar todo temor. He decidido hacerle frente a lo que me daba miedo y sin dejar de tenerlo, lo he mirado fijamente hasta que se ha hecho muy pequeño. Así, dando ese paso he sentido que entre los sueños y yo misma, existía un abismo que no me permitía caminar con libertad, por miedo a defraudar o bien a dejar de acompañar a ese gran rebaño al que llaman humanidad, y que sólo gira en torno a unos pocos que dominan con creencias autoimpuestas, a los que imberbes, aún creen que no pueden hacer frente a esa imposición.
Cuando el extraterrestre que un buen día conocí, me vino de nuevo a ver, me hizo una pregunta crucial:
¿Sabes qué haces aquí…?
Bueno… - balbuceé – no se… - le confesé -. Me quedé pensativa un buen rato. ¿A qué he venido? – me pregunté, sin que el extraterrestre pudiera escucharme.
Si, ¿por qué crees que viniste…? – insistió -. Parecía que podía oírme aunque hablara hacia mi interior, pues no me di cuenta que él estaba dentro de mí. Intenté responderle: Creo que soy una buscadora – confesé -. Busco saber mucho más de lo que hasta hoy he podido experimentar. Busco encontrar la forma de saber amar, de saber comprender, de saber cómo caminar sin culpabilidad. Busco tantas cosas…
Dicho lo cual, advertí que estaba paseando con mi amigo extraterrestre, por el cielo estelar. La luz de aquel paraje, era impresionante. Mira allí está Marte!!! y ese es Saturno, y aquel Mercurio… - señalé, reconociendo algunos de los planetas que parecía que se acercaban a escuchar nuestra conversación.
De repente, me quedé impresionada. Una fuerza captó mi atención:
Es el Planeta Tierra. Es precioso!!! Jamás antes lo había podido ver desde esta perspectiva. Ufff, que pequeño es… - exclamé al darme cuenta de lo ínfimo de aquella esfera, respecto al resto -. El extraterrestre me miró con sencillez y entonces dijo:
¿Qué sientes…?
Siento paz por todo, siento la grandeza del Universo, siento que si busco encuentro. Siento que quiero ser un humano despierto. Siento que nada de lo que contengo es una falacia. Siento que lo más grande puede ser pequeño. Siento que ya creo saber porque nací en la Tierra.
Ahhh, siiii!!! Dime, ¿por qué crees que naciste?
Nací para aprender. Para descubrir. Para cuestionar y discernir por mí misma. Nací para sentir en libertad. Para ser amada y saber amar. Nací para que jamás, ninguna creencia ni ninguna mala experiencia, me impidieran continuar mi camino.
Ahora sé que para denominarse humano hay un largo trecho que recorrer. El primero… saber identificar lo inhumano y dejar de darle de comer.
Creo que ha llegado el momento de enseñarte algo. ¿Quieres conocer mi planeta…? – me preguntó esta vez el extraterrestre -.
Si, lo estoy deseando.
Un hangar de luces de colores, apareció ante nosotros. Eran haces que emitían sonidos interminables. En el centro del hangar, pude ver una preciosa nave. ¿Subes…? – me sugirió el piloto - . Si, por supuesto. Viví por largo tiempo en aquel planeta nuevo. Aprendí cosas que en la Tierra eran imposibles de imaginar. Me instruí de todo. Sentí como los largos días y las largas noches, me acompañaban en cada descubrimiento que hacía. Hasta que un buen día, fui en busca de mi amigo. Creo que voy a volver a la Tierra – le aseguré convencida de ello -.
Él, simplemente se limitó a sonreír.

Escuché el fuerte sonido de la bocina de un camión, pidiendo paso a un coche parado en doble fila, cuyo conductor apeaba a sus hijos para dejarlos en el colegio. Les gritaba a los niños al tiempo que insultaba al camionero. Supe que había aterrizado de nuevo, pero ahora era otra muy distinta. Era Humana. Estaba despierta. Pensaba por mí misma. Evoqué el recuerdo de aquella otra lejana tierra y dejándome abrazar por lo vivido en el otro planeta, saqué mi libreta, cogí el cálamo y comencé a escribir… Capítulo Primero: Mi Proyecto de Vida.


Joanna Escuder

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