Entonces he sabido que la voz,
tenía razón. Así que sin más he continuado mi camino. Me sentía libre. Me
sentía acompañada. Aliviada. Rica. Poderosa. Entonces he advertido algo, por
fin un ser - a quien en el Planeta Tierra le llamarían “extraterrestre” - me ha
mostrado que aquello con lo que todos los días de mi vida soñaba, no era
ninguna mentira. Existía. He sonreído de alegría y he gritado:
Soy libre. Por fin no me tienen
abducida.
Si, abducida, he dicho bien.
Abducida por esos seres terrestres, que se creen los únicos en todo el
Universo.
He mirado a mi nuevo amigo y me
he sentido libre a su lado. Es un “extraterrestre” entrañable.
Al mirar bajo mis pies, he podido
ver la nada y aun así, sentía que flotaba sobre un Todo. He sentido la
necesidad de continuar paseando por ese paraje de ensueño y al hacerlo, el
Universo me ha devuelto el sentimiento de que soy libre para creerlo. Un fuerte
ajetreo se ha producido. Observa – me ha dicho mi amigo – los otros se han dado
cuenta de que has despertado. Ahora ya saben que no pueden gobernarte.
Cuando he querido hacerme
consciente de lo que estaba pasando, he podido escuchar los gritos de los
terrestres. Parecía que estaban muy dolidos por habérseles escapado de sus
manos una más de entre todos sus abducidos.
Algunos, los que más dominaban a
los desolados que todavía les escuchaban, gritaban:
Rápido, rápido, dormidlos. Dadles
lo que quieran. Si quieren riquezas, mostrarles que trabajando hasta la
extenuación, quizás algún día puedan tenerlas. Engañadlos, que no sospechen que
no necesitan tanto. Vendedles aire si es necesario. Si quieren belleza,
operadlos hasta que se vean bellos ante un espejo. Si quieren estar estupendos,
ofrecedles remedios de distracción para que se crean que siempre van a
conservar joven y fresco el corazón, aunque mueran en el intento. Si quieren
seguir la moda que hemos impuesto, lavadles el cerebro para que admiren la
delgadez del cuerpo. Si sospecháis que alguno se está despertando, dormidlo con
pastillas anti estrés, antidepresivas o anti suicidas. No permitir que los
extraterrestres los abduzcan con promesas de que existe otra forma de vida.
Una gran tristeza me ha invadido.
Lo que llaman humano es en realidad inhumano
De repente, he sentido que sabía
con qué prisma deseaba continuar viviendo la vida. Así, caminando en mi
profundo sueño, despierta por la vida, he comenzado a comprender la verdad de
todo lo que se denomina humano y de cómo lo inhumano, siempre ha querido
vencer. En mi sueño he tenido la osadía de escuchar y comprender, qué es
aquello que nos sucede cuando dejamos de sentir lo que realmente nos hace
ricos. Comenzando por lo primero, diré que la mayor razón que he tenido para
darle un vuelco a mi corazón, ha sido la osadía de cruzar todo temor. He
decidido hacerle frente a lo que me daba miedo y sin dejar de tenerlo, lo he
mirado fijamente hasta que se ha hecho muy pequeño. Así, dando ese paso he
sentido que entre los sueños y yo misma, existía un abismo que no me permitía
caminar con libertad, por miedo a defraudar o bien a dejar de acompañar a ese
gran rebaño al que llaman humanidad, y que sólo gira en torno a unos pocos que
dominan con creencias autoimpuestas, a los que imberbes, aún creen que no
pueden hacer frente a esa imposición.
Cuando el extraterrestre que un
buen día conocí, me vino de nuevo a ver, me hizo una pregunta crucial:
¿Sabes qué haces aquí…?
Bueno… - balbuceé – no se… - le
confesé -. Me quedé pensativa un buen rato. ¿A qué he venido? – me pregunté,
sin que el extraterrestre pudiera escucharme.
Si, ¿por qué crees que viniste…?
– insistió -. Parecía que podía oírme aunque hablara hacia mi interior, pues no
me di cuenta que él estaba dentro de mí. Intenté responderle: Creo que soy una
buscadora – confesé -. Busco saber mucho más de lo que hasta hoy he podido
experimentar. Busco encontrar la forma de saber amar, de saber comprender, de
saber cómo caminar sin culpabilidad. Busco tantas cosas…
Dicho lo cual, advertí que estaba
paseando con mi amigo extraterrestre, por el cielo estelar. La luz de aquel
paraje, era impresionante. Mira allí está Marte!!! y ese es Saturno, y aquel
Mercurio… - señalé, reconociendo algunos de los planetas que parecía que se
acercaban a escuchar nuestra conversación.
De repente, me quedé
impresionada. Una fuerza captó mi atención:
Es el Planeta Tierra. Es
precioso!!! Jamás antes lo había podido ver desde esta perspectiva. Ufff, que
pequeño es… - exclamé al darme cuenta de lo ínfimo de aquella esfera, respecto
al resto -. El extraterrestre me miró con sencillez y entonces dijo:
¿Qué sientes…?
Siento paz por todo, siento la
grandeza del Universo, siento que si busco encuentro. Siento que quiero ser un
humano despierto. Siento que nada de lo que contengo es una falacia. Siento que
lo más grande puede ser pequeño. Siento que ya creo saber porque nací en la
Tierra.
Ahhh, siiii!!! Dime, ¿por qué
crees que naciste?
Nací para aprender. Para
descubrir. Para cuestionar y discernir por mí misma. Nací para sentir en
libertad. Para ser amada y saber amar. Nací para que jamás, ninguna creencia ni
ninguna mala experiencia, me impidieran continuar mi camino.
Ahora sé que para denominarse
humano hay un largo trecho que recorrer. El primero… saber identificar lo
inhumano y dejar de darle de comer.
Creo que ha llegado el momento de
enseñarte algo. ¿Quieres conocer mi planeta…? – me preguntó esta vez el
extraterrestre -.
Si, lo estoy deseando.
Un hangar de luces de colores,
apareció ante nosotros. Eran haces que emitían sonidos interminables. En el
centro del hangar, pude ver una preciosa nave. ¿Subes…? – me sugirió el piloto
- . Si, por supuesto. Viví por largo tiempo en aquel planeta nuevo. Aprendí
cosas que en la Tierra eran imposibles de imaginar. Me instruí de todo. Sentí
como los largos días y las largas noches, me acompañaban en cada descubrimiento
que hacía. Hasta que un buen día, fui en busca de mi amigo. Creo que voy a
volver a la Tierra – le aseguré convencida de ello -.
Él, simplemente se limitó a
sonreír.
Escuché el fuerte sonido de la
bocina de un camión, pidiendo paso a un coche parado en doble fila, cuyo
conductor apeaba a sus hijos para dejarlos en el colegio. Les gritaba a los
niños al tiempo que insultaba al camionero. Supe que había aterrizado de nuevo,
pero ahora era otra muy distinta. Era Humana. Estaba despierta. Pensaba por mí
misma. Evoqué el recuerdo de aquella otra lejana tierra y dejándome abrazar por
lo vivido en el otro planeta, saqué mi libreta, cogí el cálamo y comencé a
escribir… Capítulo Primero: Mi Proyecto de Vida.
Joanna Escuder
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